LA CAIDA DE LA URSS                  SU IMPACTO EN LAS RR.LL.

LA CAIDA DE LA URSS

SU IMPACTO EN LAS RR.LL.

LA DEBACLE DE LA URSS

Causas y su Impacto en las Relaciones Laborales pos Guerra Fría

Pese al extenso tiempo dedicado y al esfuerzo intelectual de muchos analistas, nadie previó que la URSS y su sistema colapsarían de forma tan estrepitosa como no anunciada, sin que se disparara un sólo tiro ni se produjera derramamiento de sangre alguno; al menos al momento puntual de su derrumbe. Sin embargo, no fue producto de la casualidad, sino de una suerte de "multicausalidad". El presente trabajo abordará algunas de tales causas; una político-militar y otra coyuntural-social, para luego enfocar el análisis en las consecuencias que tal hito histórico tuvo, tiene y tendrá en las relaciones laborales.

En la década de los '80, la confrontación Este-Oeste, o sea, socialismo versus capitalismo, liderada por la URSS y los EEUU respectivamente, llegaba a su punto culminante.[1] La URSS evidenciaba su primer revés militar desde el nacimiento del Ejército Rojo. La retirada de sus tropas de Afghanistán fue el equivalente a la derrota sufrida por EEUU en Vietnam. La diferencia fue que esta última se produjo diez años antes, por lo que las consecuencias de una fueron muy diferentes a las de la otra.

En los EEUU, desde el punto de vista militar, se analizaron las causas de la derrota y como consecuencia de ello se instalaron cambios profundos en la estructura operativa y doctrina de empleo de sus FFAA. La ocasión coincidió con la asunción de un presidente - Ronald Reagan- ávido de recomponer el prestigio de su país en la arena internacional, así como darle una oportunidad a las FFAA de demostrar su eficacia en combate, trasmitiendo un mensaje a su oponente de cuán decidido estaba de emplear su instrumento militar si la situación así lo ameritaba. La exitosa -aunque de bajo riesgo- invasión a Grenada le dio a Reagan el espaldarazo para confiar en sus FFAA y a su vez éstas recuperaron la confianza en sí mismas a la hora de respaldar los objetivos de la política exterior norteamericana.

Como contrapartida y en la misma época, las FFAA soviéticas se retiraban humilladas de Afghanistán. Mientras en Occidente los EEUU recomponían su potencial ya recuperados del trauma de Vietnam, los líderes políticos de la URSS y sus militares vapuleados se enfrentaban a un mayor dilema: cómo hacer frente al desafío planteado por su oponente para llevar la Guerra Fría al espacio, en lo que se dio a conocer como "Guerra de las Galaxias". La movida norteamericana fue por demás astuta. Debido a que los arsenales nucleares de ambas potencias garantizaban la destrucción mutua, el acuerdo tácito y otras veces explícito indicaba que el choque entre ambos sistemas; capitalismo versus socialismo, en lo militar, debía darse en zonas periféricas con uso de armas convencionales; o sea sin el uso de armas nucleares o "calientes".[2]

Debido a ello, la Guerra de las Galaxias pretendía llevar la guerra nuclear al espacio, de manera de no provocar la destrucción mutua, aunque sí la derrota militar de su oponente. Ello por supuesto implicaría la inversión de enormes sumas de dinero y avanzados grados de desarrollo tecnológico. La iniciativa[3] propiciada por los EEUU se lanzó en un momento de apogeo político y militar, a la vez de encontrar a su oponente en la decadencia moral de sus tropas y en el cuestionamiento de su sistema político y social. Esto último debido a los albores de la globalización, que se avizoraba con la incipiente revolución de la tecnología de la información y las comunicaciones, que ya comenzaba a perforar la coraza del sistema socialista de economía cerrada e información controlada. Por lo que los pueblos bajo la égida de la URSS comenzaron a tomar conocimiento más directo con el llamado "mundo libre", plagado de oportunidades para la realización individual y supuestamente para el logro de la felicidad.

Los aspectos político-militares desarrollados precedentemente, se vieron apuntalados en forma paralela por la coyuntura social imperante. Ella se dio fundamentalmente en los países de Europa Oriental, los que al final de la 2da guerra mundial la URSS había sometido por la fuerza a la adopción del comunismo como forma de gobierno de partido único y al socialismo de economía cerrada, planificada y muchas veces subsidiada. Esta coyuntura encontró al líder soviético Mihail Gorbachov en el poder, quien rápidamente se constituyó en caja de resonancia de los cambios políticos y sociales que la hora demandaba a la URSS. Por una parte se percató de que la economía soviética se hallaba al borde de la bancarrota; y que por tanto, una apertura a los mercados del exterior serían su única tabla de salvación para que la república no colapsara.[4] En este sentido, la debacle económica ya golpeaba a su pueblo que ya comenzaba a reclamar cambios y transparencia en la gestión.[5]

Por otra parte, Gorbachov se dio cuenta que la carrera armamentista que implicaba el desafío de la Guerra de las Galaxias requería de una economía y una tecnología de la cual la URSS carecía. Lo que fue para los EEUU la recuperación política y militar luego de Vietnam estaba siendo capitalizada por Occidente, a la vez que la URSS se sinceraba a sí misma y reconocía su atraso tecnológico y su precariedad económica, resultado de un proceso a la inversa del que se dio en los EEUU en la misma época.

Sin embargo hubo un hecho político de singular notoriedad que operó como catalizador del proceso de cambio que terminó vertiginosamente con la caída del muro de Berlín, símbolo por excelencia del bloque socialista liderado por la URSS. Este hecho consistió en la asunción del Papa Juan Pablo II de origen polaco. El Papa vio la oportunidad de apuntalar al sindicato del astillero polaco en Gdansk, llamado Solidaridad y liderado por Lech Walesa. Este sindicato había comenzado a hacerse oír en Polonia y no tuvo mejor aliado que el Papa, una figura "pacífica" cuya nacionalidad generaba simpatía en su país de origen y en el mundo todo.

El presidente de los EEUU Ronald Reagan vio la oportunidad de explotar la incipiente apertura soviética impulsada por Gorbachov y afirmarse en las protestas de Solidaridad y la figura de Lech Walesa. Se involucró en este escenario a través de Juan Pablo II, aunque siempre con el respaldo de la fuerza militar de su país que ahora lucía fortalecida y confiada. La movilización social en Polonia, en Europa Oriental y parcialmente en la URSS seguía en aumento. En consecuencia, la interacción entre Reagan, Gorbachov y el Papa dio sus frutos y el final por todos conocido, habiendo recibido dichas personalidades el Premio Nobel de la Paz. El "sacramento" papal no fue la eucaristía sino el derrumbe del muro de Berlín y con ello el fin de Guerra Fría, el posterior colapso de la URSS y su sistema y entre muchas otras consecuencias un impacto tal vez no imaginado en las relaciones laborales.

Miles de trabajadores de la ahora ex-URSS y de la Europa Oriental, otrora socialista y de economía cerrada y planificada por el Estado, se vieron repentinamente inmersos en un nuevo sistema.[6] No existía más el Estado que todo lo disponía y controlaba, los medios de producción comenzaban a pasar a manos privadas y ya no pertenecían a la "clase trabajadora". La utopía perseguida por el socialismo y nunca finalmente lograda daba paso a la iniciativa individual y riesgosa pero con fines de lucro y con ello con perspectivas de mejora social. Se liberaban las ataduras que impedían al individuo ir en pos de lo que su naturaleza mandataba; o sea, ir en la búsqueda permanente de la iniciativa, de satisfacer sus ambiciones de progresar, de desarrollar la inventiva y recibir recompensa por ello. Poder realizar todo lo que el sistema cerrado le había impedido, razón por la cual la URSS no pudo "seguir el tren" de Occidente en materia económica, pero fundamentalmente tecnológica.

Ahora bien, esas oportunidades que se abrían a esos trabajadores no estaban exentas de obstáculos y problemas. El sistema socialista se encargaba de satisfacer sus necesidades básicas y ellos entregaban su trabajo como contrapartida. Pero ese trabajo era sin medir grados de productividad y dado el desfasaje tecnológico era muchas veces de baja calidad y de producción rústica y en masa. Todo esto trajo varias consecuencias negativas en materia de relaciones laborales. No existían en las "nuevas repúblicas" conocimiento ni burocracia preparada para lidiar con trabajadores independientes, que podían sindicalizarse y demandar mejoras laborales o salariales.

En consecuencia, ello dejó librado al azar -o más bien a quién estuvo más cerca del poder o acumuló algo de dinero- las posibilidades de conseguir trabajo decente, aunque muchos también vieron la oportunidad de incursionar en el "crimen organizado", mediante el cual podrían obtener mayores dividendos en corto tiempo, aunque también a mayor riesgo. Esto se vio agravado por el gran número de desocupados pertenecientes al otrora "Estado opresor"; es decir a ex miembros de las FFAA, Policiales, Servicios Secretos y burócratas. Ya no habría muchos a quién reprimir, controlar, vigilar o espiar y por lo tanto esas aptitudes o destrezas fueron bienvenidas para usufructo de la naciente Mafia Rusa.

Por otro lado los trabajadores que esperaban que el libre mercado les abriera las puertas de las oportunidades y la felicidad no vieron colmadas sus expectativas. En general su mano de obra no era muy calificada y por tanto no fue requerida; y en los casos que sí lo fue, fue mal paga. Esto dio lugar a la discriminación entre trabajadores de "Occidente" y de "Oriente"; entendiéndose por los primeros a los calificados y bien pagos y a los segundos a los rústicos y menos remunerados. De hecho, en el caso de la reunificación de las dos Alemanias, existieron casos de burócratas y de miembros de los servicios de seguridad a los que se les ofreció un contrato a término, cuya remuneración a igualdad de función era 40% menor para quienes provenían de la Alemania del Este, comparado con quien era originario de la del Oeste.

Esta situación se vio agravada con lo que Jeremy Rifkin estudió en su obra "El Fin del Trabajo". En dicho ensayo, el autor norteamericano argumenta que el avance tecnológico y la automatización y robotización de muchas funciones y acciones, han provocado una permanente disminución de puestos de trabajo para personas; de ahí el nombre de su libro. En el caso de los trabajadores acostumbrados a la economía cerrada socialista y subsidiada, la realidad era aun más compleja. Como se ha dicho, en general al inicio del proceso de apertura de los países socialistas al mundo occidental, estos trabajadores eran poco calificados y acostumbrados a trabajar en masa y en producción en serie; sistema que quedó superado con el empleo de alta tecnología, trabajadores calificados y expertos y uso de mecanismos automáticos.

Por consiguiente, toda esa masa laboral volcada a buscar trabajo en la economía laboral se topó con el obstáculo de menor cantidad de puestos para los ya calificados de Occidente y escasa oportunidades en el "nuevo orden mundial". Ello no hizo más que generar resignación e inmediatamente resentimiento, a la vez de provocar descreimiento en el sistema libre del que tanto se esperaba. De ahí que surgiera el mote de "capitalismo salvaje" en el entendido que el nuevo sistema era muy impersonal y poco solidario, mientras que por el contrario, el sistema socialista al menos les aseguraba una fuente de trabajo y necesidades básicas cubiertas.

Muchos años han pasado ya de ese sacudón que tuvo el mundo en lo político y social, todo lo cual tuvo su impacto en las relaciones laborales. Hoy día a muchos trabajadores del otrora mundo socialista bajo la égida de la URSS, los invade la nostalgia de aquel sistema "protector". Las nuevas generaciones han tenido que aprender a convivir con la apretura política y la economía de mercado, con sus beneficios de progreso en la escala social en base a su productividad e ingenio, pero con los riesgos de sentirse "desprotegido" en caso de no poder desarrollar aptitudes para lo que el mercado "demanda". Oferta y demanda han pasado a ser conceptos ya adquiridos pero no antes aprendidos por los trabajadores del antiguo régimen comunista.

El hoy los ha insertado en el mundo globalizado que tiene múltiples aristas y donde tal vez, los sistemas puramente capitalistas y los de Estado social protector ya se hayan agotado. Tal vez sea la hora de un sistema mixto intermedio entre ambos, que permita la libertad de inventiva, la ambición en pos del progreso y el riesgo, combinado con los aspectos humanos que den cobertura social a lo que los individuos, trabajadores todos, demandan como derecho inalienable a la persona humana. Fundamentalmente hoy día, donde "el fin del trabajo" se ha constituido en un insumo a tener en cuenta al momento de encarar las relaciones laborales de los tiempos que se avecinan.


[1] Punto Culminante: punto en el cual se ha logrado el máximo nivel del objetivo buscado, luego del cual, cualquier acción no podrá ser sostenida en el tiempo y sus consecuencias serán adversas a los objetivos perseguidos.

[2] De ahí la denominación de Guerra Fría, la que como es sabido dio el origen a los más diversos conflictos de "baja intensidad" como los de Vietnam, Afghanistán y todos los ocurridos en la década de los 70 y 80 en América Latina.

[3] De hecho llamada Iniciativa de Defensa Estratégica.

[4] Comienzo de lo que luego fue la "perestroika". Cabe destacar que Gorbachov creía en el socialismo en el cual creció y ejerció el poder. Entendía que los cambios requeridos para mejorar la economía y "democratizar" la URSS podían darse dentro del sistema socialista, el que debía ser mejorado pero no eliminado

[5] La llamada "glasnost".

[6] Si bien ocurrió un "proceso" el cambio fue bastante repentino teniendo en cuenta las décadas de vida que tuvo el anterior sistema socialista.