HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO Y SOCIAL
· Introducción
El presente trabajo resume los aspectos más resaltables de la ideas sostenidas por ilustres pensadores que han marcado el rumbo de gobiernos, sociedades, Estados Nación y hasta de políticas económicas.
Del análisis surgen diferencias pero también coincidencias entre sus posturas axiomáticas. Todo lo cual hace pensar que no sólo su contribución al desarrollo de la humanidad no ha sido en vano; sino que unas veces, de la contraposición de sus principios y otras, de poder amalgamar sus ideas fuerza, surgirá probablemente el camino a solucionar muchos de los problemas que acarrean las sociedades modernas.
La comparación de a pares entre los pensadores elegidos ha permitido visualizar tales coincidencias y discrepancias y a través de ello extraer conclusiones que la historia nos demuestra algunos gobiernos han aplicado, así como también apreciar qué aspectos pueden aun ser de aplicación en los tiempos que corren. Huelga decir que personalidades de la talla de Tomás Moro y Nicolás Maquiavelo se encontraban generalmente en las antípodas de su visión del Estado, el gobierno y la sociedad.
El primero, idealista, basando su teoría en la bondad humana del hombre y por tanto la subordinación de la política a la moral. El segundo, realista, fundamentado en la maldad natural del ser humano y por ende la necesidad de disponer de la moral al servicio de la política. Sin embargo también se observa que en cuestiones importantes sobre la existencia del Estado y su deseo de un futuro más promisorio ambos filósofos eran ciertamente coincidentes.
En otro orden, Thomas Hobbes y Juan Jacobo Rousseau ofrecen una perspectiva similar a los anteriores, pero bajo el enfoque del contrato social. Hobbes, realista por excelencia concibe un Estado de Naturaleza esencialmente anárquico, al cual se le pone orden mediante un contrato social en el cual el hombre renuncia a gran parte de sus libertades por el temor y la fuerza. Su frase célebre "el hombre es el lobo del hombre" describe su filosofía.
Por otra parte, Rousseau, esencialmente idealista, vislumbra al contrato social como un estado de situación en el cual se establecen reglas de juego que el ser humano respetará dado su bondad y por el bien común. Las visiones de Hobbes y Rousseau, contrapuestas desde su génesis, han dejado su legado a la humanidad habiendo sido fuente de inspiración de muchos gobiernos hasta nuestros días.
Finalmente, se pasa revista a la Encíclica Papal de 1981, por la cual se le da una impronta humana al "trabajo". En tal sentido el debate se da entre "trabajo" y "capital", en un intento de cambiar el enfoque del histórico conflicto entre estos dos factores de producción.
Es precisamente el cambio de enfoque del factor "trabajo" lo que torna interesante e innovadora esta encíclica. Basado en el humanismo de la religión católica a partir de las enseñanzas de Jesucristo, la Iglesia irrumpió en la escena político-social internacional con un documento que transgredía el abordaje tradicional sobre la economía social.
Su argumento central consiste en considerar al "trabajo" no más como un factor de producción sino como una actividad del ser humano. Por lo que su consideración como parte del bienestar sicosocial y como elemento integrador de la persona a la sociedad a la que pertenece debe ser un elemento de fundamental consideración por parte de los gobiernos.
En definitiva, de todos los pensadores citados, se extraen conclusiones y enseñanzas que constituyen el camino andado y sobre el cual los gobiernos y las sociedades contemporáneas aun siguen caminando, algunas veces de manera dogmática, otras habiéndose aggiornado al contexto actual, pero siempre en el intento de alcanzar los objetivos que la humanidad anhela.
· Comparación sobre las características de la Política de Nicolás MAQUIAVELO y Tomás MORO
Ambos pensadores orientan su discurso hacia el gobernante, ofreciendo argumentos sobre cómo ejercer el poder, aunque parten de premisas diferentes. Para Moro, la política es un instrumento al servicio de la moral, mientras que Maquiavelo tiene un enfoque inverso. Para él, la moral es un instrumento al servicio de la política. Moro expuso su visión en su obra denominada "Utopía", a la vez que Maquiavelo la puso de manifiesto en "El Príncipe". Los títulos de tales obras sugieren por sí mismos el argumento central esgrimido por tales pensadores.
Moro, político y humanista inglés[1] cree en la bondad innata del ser humano. Por tanto, es la acción humana la que provoca el bien y el mal para los pueblos. Partiendo de una moral humanista, el gobernante se debe valer de la política para lograr los objetivos de dicha moral. Entre ellos se destacan la eliminación de la desigualdad económica, la dominación política y la división social entre ricos y pobres, todo lo cual es causante de graves desórdenes.
Su preocupación por el bienestar social es tal, que plantea alternativas laborales ante el advenimiento de las industrias y el incremento del comercio. Ambos hechos que traen aparejado la emigración de trabajadores del campo hacia los centros urbanos, no encontrando los campesinos en esos ámbitos un puesto de trabajo acorde a sus talentos y habilidades, con el consecuente aumento del desempleo y sus efectos negativos en la sociedad, y por ende, en la moral humanista por él defendida.
La industria y el comercio de base urbana y capitalista con sus efectos en lo social se contraponen al pensamiento de Moro. El consecuente lucro fruto de tales actividades emerge en claro antagonismo a la moral humanista y social de este pensador.
Para Moro, la bondad humana haría posible la igualdad entre los integrantes de la sociedad, al tener todos sus integrantes igual acceso al trabajo[2], a satisfacer sus necesidades básicas, al distribuir la riqueza equitativamente, al hecho de que no existe la propiedad privada y todos los miembros de la sociedad contribuyen con su trabajo a la producción comunitaria y colectiva. En consecuencia, este pensador argumenta que no existe el deseo de poseer más de lo que se necesita.
El hecho de que su filosofía sostiene que el Estado perfecto es aquel que se funda es la paz exterior y la igualdad interior, hace de la guerra y del ejército permanente uno de los males mayores de su época, ya que tal circunstancia genera un enorme agotamiento económico, que a la postre, atenta contra la igualdad social.
Maquiavelo, político y filósofo italiano[3], por otra parte y como lo sugiere su obra "El Príncipe", centra su atención en el rol del gobernante y la importancia del Estado como entidad que alberga al colectivo social. Su discurso apunta a oriental al "príncipe" sobre cómo obrar utilizar la política para asegurar la estabilidad del Estado. Pareciera esgrimir una suerte de criterio de moral práctica[4], en el entendido que aquello que es bueno para el Estado, es moralmente bueno.[5] De aquí que la moral está subordinada o al servicio de la política.
Este pensador, en contraposición a Moro, basa su filosofía en la maldad natural del hombre. El gobierno debe estar basado en las leyes y en la fuerza, tal como lo es propio "en el hombre y en la bestia." Y en esta misma línea, Maquiavelo le da gran importancia a la guerra como hecho inevitable del hombre y pila fundamental del estado, cuyo desenlace pone en peligro su existencia. Por consiguiente, la defensa del mismo cobra un sitial preponderante. Si bien al igual que Moro, Maquiavelo no cree en un ejército permanente, tampoco confía en los mercenarios. Aquí se denota una coincidencia entre ambos pensadores contemporáneos en su época, aunque puede argumentarse que la estructura social de Moro, experimenta una organización militar mejor de la esbozada por Maquiavelo.[6]
Como colofón de su teoría solo basta citarlo: "La ruina de los Estados no depende de su falta sino de su exceso de moral, mientras que la preservación del Estado (tarea política por excelencia, según él) ha de estar por encima de cualquier principio moral."
En definitiva, Moro y Maquiavelo orientaron sus esfuerzos a criticar la situación política por ambos vividas en distintos ámbitos y circunstancias. Ambos expusieron su discurso para el gobernante que ejerce el poder. Moro basado en la bondad humana y su moral humanista a cuyo servicio debe estar la política. Visualiza un sistema de gobierno democrático aunque con jefe de estado vitalicio y prácticamente sin clases sociales. Maquiavelo fundado en la maldad innata del ser humano y su moral sobre el Estado que debe servir a la política. Se muestra partidario de un "principado nuevo y civil" de carácter no hereditario ni absolutista, aunque persisten categorías de clases sociales como ser las del príncipe, los grandes y el pueblo.
El pensamiento de Maquiavelo es más racionalista, se basa en antecedentes históricos, los que a su juicio, tienden a repetirse, por lo tanto habrá que sacar experiencias a poner en práctica en futuras instancias. Sin embargo, el pensamiento de Moro carece de antecedentes y siempre es a futuro, en un intento de que la sociedad arribe a una instancia mejor y superadora de la presente.
Pese a ello, ambos pensadores tienen algo de realista y algo de idealista. El idealismo de Moro es muy realista al analizar la posibilidad de guerra y la defensa consecuente del Estado a manos de campesinos y obreros, así como a resolver el conflicto entre agricultura y ganadería con la propiedad común.
El realismo de Maquiavelo es muy idealista al confiar la defensa del Estado también a las clases trabajadoras, así como a concebir la creación de un "principado nuevo y civil". Esto suena bastante idealista fundamentalmente a la luz de su discurso basado en la repetición de ciclos históricos y a su consecuente escepticismo acerca de cambios radicales de futuro.
El contexto de hoy día demuestra que ambos pensadores han ofrecido aportes de utilidad. El pragmatismo de Maquiavelo permite analizar y actuar en lo político y social "con los pies sobre la tierra" para lograr cosas tangibles, en el acierto o en el error, para bien o para mal. El idealismo de Moro alberga la esperanza que debe tener el ser humano en aras de un mundo y un futuro mejor sin divisiones ni desigualdades.
No obstante, el idealismo de su obra "Utopía" parece difícil de implementar en su totalidad y los hechos han demostrado que los gobiernos que se han aproximado a su filosofía, perecieron en el intento de arribar a su "Utopía", cayendo sus sociedades presas de la "realidad" humana ambiciosa más próxima al maquiavelismo. Tal vez en el correcto ensamble y proporción de ambas teorías, se defina el éxito de los gobiernos y por añadidura de las sociedades.
· El "Contrato Social." Visiones de Thomás HOBBES
y Juan Jacobo ROUSSEAU
Tanto Thomas Hobbes en su libro "El Leviatán" como Juan Jacobo Rousseau con su texto "El Contrato Social" son autores que se enmarcan dentro del movimiento que se conoce como contractualismo. Este movimiento posee como idea fuerza de su pensamiento la noción de contrato social.
Como bien se ha definido durante el curso, la teoría del contrato social es la visión de que las obligaciones morales y políticas dependen de un contrato entre las personas para formar una sociedad. Ambos autores coinciden en que la sociedad civil tiene su origen en un contrato, pacto o convenio, explicito o tácito, al cual consiente cada individuo, abandonando el estado de naturaleza y poniendo en marcha, un régimen de gobierno sometido a leyes, de justicia administrativa con imparcialidad y de moralidad ética.
Si bien los dos autores explican o utilizan el concepto de contrato social en sus obras, existe una radical diferencia en el contenido de los conceptos que sirven de base al contrato social. En ambos autores vemos como se utilizan conceptos similares pero con diverso contenido dependiendo del autor. Esos conceptos similares que podemos encontrar en ambos textos son los conceptos de Estado de Naturaleza, Pacto o Contrato Social y Estado Civil o de Sociedad.
El contrato es definido por Hobbes de la siguiente manera: "Autorizo y concedo el derecho de gobernarme a mí mismo, dando esa autoridad a este hombre o a una asamblea de hombres, con la condición de que tú también le concedas tu propio derecho de igual manera y les des esa autoridad a todas sus acciones"[7]. Con relación al concepto de Estado de Naturaleza, Hobbes apelando a una concepción pesimista del ser humano, que según este autor es un ser dominado por sus pasiones, establece que el estado de naturaleza se caracteriza por la precariedad y la violencia, pues no existiendo ley ni autoridad nada es justo ni injusto, y todos tienen derecho a todo.
Ya que los seres humanos son aproximadamente iguales en fuerza y maldad ninguno prevalece sobre otro, generándose lo que él llamaba "bellunomnium contra omnes" (una guerra civil permanente de todos contra todos), en la que la vida es breve e insoportable. Hobbes lo resume con la expresión latina "homo homini lupus" (el hombre es un lobo para el hombre).
Por su parte el concepto de Pacto o Contrato Social hobbesiano, parte de la tesitura que siendo los seres humanos inteligentes, en un determinado momento deciden acogerse a un pacto entre ellos. Ese pacto consiste en la cesión de todo el poder del individuo a un soberano (o corporación), que habrá de mantener el orden y la paz. Es importante señalar que el pacto firmado es irrevocable, es decir, no puede romperse, pues al haberse entregado todo el poder, se entrega también la capacidad de romperlo. Y puesto que tal pacto en nada cambia la naturaleza de los firmantes, que siguen siendo egoístas, el soberano elegido habrá de gobernar, si fuera necesario, mediante el terror y la violencia para mantener el inseguro orden social.
Dentro de los derechos que poseen los soberanos a partir de este contrato encontramos los siguientes: 1.- Los súbditos no pueden cambiar la forma de gobierno y 2.- El poder soberano no puede enajenarse. En contraposición los súbditos mantienen lo que Hobbes denomina libertad. El concepto de libertad significa, propiamente, ausencia de oposición, ausencia de contrapuntos y por tanto concluye Hobbes que un hombre libre es aquel que, en aquellas cosas que puede hacer en virtud de su propia fuerza e ingenio, o se ve impedido en la realización de lo que tiene voluntad de llevar a cabo.
Finalmente, con relación al concepto de Estado de sociedad, el mismo se logra una vez que se ha firmado el pacto, por tanto se instaura la sociedad que para Hobbes, es equivalente al concepto de Estado). A partir de la creación de esta Sociedad Civil con la firma del contrato social, se sustituye así el derecho a todo que poseía el hombre en el Estado de Naturaleza, por la ley, entendida ésta como límite al actuar humano, instituyéndose de esta manera un régimen de terror que, en realidad, se corresponde con el modelo de monarquía absoluta.
Por su parte, Rousseau conceptualiza conceptos similares a los desarrollados por Hobbes pero con un contenido totalmente distinto. A saber, Rousseau, a diferencia de Hobbes afirma que el Estado de Naturaleza lejos de ser un Estado de guerra civil permanente, se caracteriza contrariamente por ser un Estado donde reina la libertad, la igualdad y la bondad. En este Estado de Naturaleza para Rousseau, los seres humanos viven en una suerte de inocencia originaria hasta que se da la aparición de la sociedad y con ello, concomitantemente de la noción de propiedad que promueve el egoísmo y la maldad, entre los seres humanos.
Con relación a la temática del pacto o contrato, el contrato social rousseauniano consiste en la eliminación de los egoísmos individualistas mediante la sumisión de cada ciudadano a la voluntad general ("volonté génerale") unánime y asamblearia. Se señala que el mismo es de tipo tricotómico. Esto quiere decir que hay un primer contrato, ilegítimo, que funda en la desigualdad la sociedad civil corrupta, y un segundo contrato, legítimo, que da origen a la república.
El objetivo de este segundo contrato es proteger a los asociados y asegurar la libertad civil, por tanto, según Rousseau "cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder, bajo la suprema dirección de la voluntad general, y todos nosotros en cuerpo recibimos a cada miembro como parte indivisible del todo".
Este pacto garantiza la igualdad de derechos y asegura que nadie sea obligado a causa de la dominación que otro le impone, siendo cada uno igualmente soberano y súbdito. Finalmente, sobre el modelo político propuesto por Rousseau, el mismo sería el de democracia directa, o asamblearia, y no el de monarquía absoluta como ocurría en el pensamiento de Hobbes. Sobre el concepto de Estado de sociedad, Rousseau piensa que la sociedad, si bien garantiza ciertas necesidades básicas, corrompe a su vez a los seres humanos lanzándolos a una competencia mutua entre ellos.
Pero, concomitantemente se muestra convencido de que una vez abandonado el estado de inocencia originaria no cabe vuelta atrás, y solamente un acuerdo entre ciudadanos puede llegar a mitigar las desastrosas consecuencias de una sociedad corrupta, por tanto nace así la necesidad del contrato social.
· El Trabajo en la Enseñanza Social de la Iglesia y su vinculo con el Capital
Dentro de la Enseñanza Social de la Iglesia, el tema particular del trabajo y su relación con el capital, lo encontramos desarrollado principalmente en la Encíclica "Laborem Excerms" que tiene la fecha del 14 de setiembre de 1981. En ella, el tema central es el trabajo, haciendo hincapié en el conflicto existente entre capital y trabajo.
La tesis defendida en esta encíclica consiste en que el trabajo es probablemente la clave esencial de toda la cuestión social. Por tanto, la centralidad del trabajo humano es entonces desarrollada a lo largo de una triple afirmación[8]: el trabajo es un deber, el trabajo es un derecho y el trabajo es un bien del hombre.
A su vez enfoca el trabajo humano desde una visión meramente individualista, marcando por una obra personal de desarrollo, pero a su vez, concomitantemente genera un enfoque colectivo que permite el desarrollo y crecimiento de la sociedad en general.
El trabajo humano como tal, no solamente debe servir para marcar lo que se considera arista social común y moral; esto es una determinada ética, conducta, determinado desarrollo económico y político que es lo que el desarrollo primariamente va marcando en los seres humanos, sino que también además de estos perspectivas de trabajo, debe ser y tiene que ser una perspectiva propia de la cultura social de la sociedad permitiendo con esto la posibilidad de un mundo mejor.
En esta encíclica, obra del Papa Juan Pablo II, el trabajo se debe entender como obra personal y colectiva, es esa actividad humana que apunta al perfeccionamiento del hombre y de la sociedad. Se remarca el hecho de que el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo, con esto se marca una clara crítica al sistema impetrado por el capitalismo salvaje, en el cual el hombre se transformaba en una mecánica perdiendo con ello la posibilidad de un desarrollo social, económico, político y cultural de su propio ser.
Expresa el autor que: "El trabajo humano no sólo se debe considerar dentro del marco de la cuestión social entendida clásicamente, es decir, según términos estrictamente éticos, económicos, sociales y políticos; sino también en una dimensión de civilidad, de cultura, de construcción de un mundo mejor"[9].
Ahora bien, una vez definido el concepto de trabajo propuesto por la Encíclica pasaremos a ver cuál es la relación existente entre el capital y el trabajo, tema desarrollado por la misma. La Laborem Excerms representa a los conceptos de capital y trabajo, en términos de oposición. Por tanto, aquí el trabajo y el capital son puestos sobre el mismo plano, o sea como medios o instrumentos dirigidos a la producción, apareciendo una tensión constante entre ambos elementos contrapuestos. Entonces es necesario, según esta Encíclica, restituir y resaltar lo que es definido como la "subjetividad del trabajo".
Con este concepto de subjetividad del trabajo, se la da clara prioridad e importancia a la persona humana, a la persona que trabajo; por tanto aquí el eje de análisis cambia. Ahora la persona es el fin, y todo lo demás puede ser considerado sólo instrumento para ese fin, de modo que también el capital es teóricamente reabsorbido por el trabajo, desde él toma significado y valor, un valor que no puede sino ser funcional.
Juan Pablo II, no pretende con esto implementar un sistema social alternativo o sustitutivo, simplemente resalta principios fundamentalmente básicos, según los cuales cada sistema social, tanto en el presente como en tiempos futuros puedan estar orientados. "Para volverse sistema humano y humanizante".
Como temas principales vemos: verdadera socialización, planificación global, remuneración equitativa, legislación social, promoción del sector agrícola y desocupación. La finalidad declarada por la encíclica, es reclamar la "dignidad y los derechos de los trabajadores" y "orientar estos cambios para que advengan un autentico progreso del hombre y de la sociedad"[10].
En conclusión, se crea así una confrontación entre dos grandes conceptos: el primero antropológico (el concepto de persona), y el segundo material, (el capital como suma de bienes de varia naturaleza, máquinas, etc.).
Con esto se observa claramente que los conceptos de capital y trabajo son antagónicos y contrapuestos para esta Encíclica, dándole la misma clara y real importancia al hombre como ser humano, por tanto le otorga al trabajo un claro elemento socializador, todo lo cual lleva a que el ser humano sea el fin de todas las cosas, y el resto de los factores se transforman meramente en medios para el logro de ese fin.
· Conclusión
A los meros efectos de poder dar una conclusión general con relación a las distintas temáticas desarrolladas en el presente trabajo, se hace imperioso comenzar expresando que el estudio pormenorizado de los distintos autores propuestos, permite entender y conceptualizar distintos visiones ideológicas del mundo humano.
Asimismo, deviene necesario señalar que la lectura de las distintas obras propuestas, enriquece el conocimiento humano, permitiendo obtener con esto un enfoque pragmático y teórico de distintas visiones del mundo. No caben dudas que el trabajo de diferentes pensadores, motivo del presente trabajo, ha marcado en forma tajante y contundente el pensamiento humano a lo largo de la historia.
De no existir este tipo de obras, la humanidad se vería enfrentada hasta nuestros días con problemas teóricos de difícil resolución. Por tanto, es dable destacar, que por encima de eventuales coincidencias o discrepancias con la filosofía expuesta por los autores analizados, el hecho de proponer distintas visiones de la sociedad, la política y la moral fortalece el debate ideológico, en aras de un mundo más integro y mejor.
Finalmente, el último aspecto a resaltar, es que el corpus de ideas estudiado mantiene gran vigencia y actualidad en el mundo moderno, a pesar del tiempo transcurrido. Por eso se hace imprescindible, analizar el contenido de los distintos textos para poder tener una visión clara y completa del mundo en el que vivimos.
Tal vez este antiguo adagio sintetice la presente monografía:
"la verdad surge de la confrontación de las ideas".
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
- Arias, Cecilia, "Los cambios en el rol del Estado. Orígenes históricos y fundamentos teóricos", RRLL-Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015.
- García Moriyón, Félix, "Del socialismo utópico al anarquismo", 1era. ed., La Plata, Terramar, Buenos Aires, 2008.
- Hobbes, Thomás, "El Leviatán", 1era. ed., Buenos Aires, R.P. Centro Editor de Cultura, 2013.
- Maquiavelo, Nicolás, "El Príncipe", Ediciones Cruz del Sur, Uruguay, junio 2015.
- Marx, Carlos; Engels, Federico; "El manifiesto comunista", prologado, explicado, anotado y glosado, versión a 29/07/05, RRLL -Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015.
- Moro, Tomás, "Utopía", RRLL- Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015.
- Nuin, Susana, "Mapas sobre los documentos de la doctrina social de la iglesia", Fichas para uso de los estudiantes, 30/03/2007; RRLL- Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015.
- Rousseau, Juan Jacobo, "El contrato Social", e aleph, 1999; RRLL- Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho- UDELAR, 2015.
- Rousseau, Juan Jacobo, "Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres"; RRLL-Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015.
[1] En rigor, Tomás Moro fue pensador, político, teólogo, humanista, escritor, poeta, traductor y Canciller del Rey Enrique VIII.
[2] Moro, Tomás, "Utopía", RRLL- Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015, cap. El Trabajo.
[3] En rigor, Nicolás Maquiavelo fue diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor.
[4] Parafraseando al ilustre filósofo uruguayo Dr. Eugenio Vaz Ferreira
[5] Este enfoque de la política podría decirse que tuvo su connotación negativa a partir de la creación de los Estados Nación habiéndose formulado como "el fin justifica los medios".
[6] Moro no concibe la existencia de una clase ociosa de guerreros. Sin embargo propone que la defensa del Estado, de ser necesaria, la lleven a cabo la clase trabajadora de los campos y las ciudades.
[7] Hobbes, Thomás, "El Leviatán", 1era. ed., Buenos Aires, R.P. Centro Editor de Cultura, 2013, Cap.17, Pág. 35 y 36.
[8] Nuin, Susana, "Mapas sobre los documentos de la doctrina social de la iglesia", Fichas para uso de los estudiantes, 30/03/2007; RRLL- Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015, Pág. 47.
[9] Nuin, Susana, "Mapas sobre los documentos de la doctrina social de la iglesia", Fichas para uso de los estudiantes, 30/03/2007; RRLL- Historia del pensamiento político y social, Facultad de Derecho-UDELAR, 2015, Pág. 47.
[10] Ibídem, Pág. 48.